LA CURA
El dolor entra por los labios, o por los ojos, y se propaga.
Sabe al alcohol de los marchitos, al peso de los culpables,
es la imagen del silencio de los muertos.
Uno aprieta el puño como luchando, y cierra los ojos
para decir basta, o maldice, o se resigna.
Hay veces que quisiera - enserio quisiera – dormir
sin espinas en el cuello.
Pero el dolor es una invasión visceral, esquelética:
llega al corazón con sus pasos de hambriento, hasta doler
con sus punzas, con sus dedos, con sus artificios de asesino.
En las noches me rebelo, me sacudo y me retuerzo, y nada
sucede con esa mancha: es el lunar de los humanos,
el eje de una mortalidad redonda, circular.
Es el inicio de la vida, su transición y su final.
Es el hilo que somos. Somos seres ulteriores al dolor…
Asisto, de esa forma, a los fenómenos del mundo.
(Pero a veces, cuando ríes, dejo de creer en estos hechos sustanciales…)
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